Hundidos por los costos hundidos

 Estamos jugando un juego de rol. Mi personaje ha iniciado una carrera en la secta de un extraño dios, y se ha convertido en un acólito muy prometedor. El ingreso a dicha secta le ha generado varios beneficios a mi emprendedor personaje. Tiene algunos poderes que podrían parecér mágicos y entrenamiento básico en algún arma que, no por ser poco común, es inofensiva. Sin embargo, al explorar este mundo en el que mi personaje y sus amigos se mueven, al entender sus tramas políticas y los intereses que se mueven a diversos niveles, voy descubriendo que quizá no fue tan buena decisión matricular a mi personaje con tal dios. Al parecer se trata de una secta en decadencia en la región. No hay muchos templos y, por lo tanto, el uso de los poderes desarrollados se hace difícil. Eso sin contar que la sola vista de los emblemas que porta mi personaje, le han hecho difícil el acceso a ciertos lugares que son clave en la aventura. 

Una vez mi personaje acumula la suficiente experiencia nueva, puede aplicar para subir un nivel más en la jerarquía eclesiástica de su culto. Sin embargo tomo la decisión de cambiar a mi personaje de rumbo. Decido cambiar su profesión. Lo obligo a renegar de su vocación y lo llevo a buscar admisión en la escuela de ladrones, en la que, si se sigue una carrera completa, se pueden aprender habilidades muy útiles en este mundo en el que se mueve mi aplicado personaje. 

A primera vista no pareciera una decisión fácil. Al fin y al cabo, el siguiente nivel de experiencia en el culto al que mi personaje pertenece, ofrece unas nuevas habilidades y ciertos beneficios muy atractivos. Pero a mi personaje no parece importarle. Ahora está feliz de comenzar una nueva vida en la escuela de ladrones. La famosa Cruz de acero.

Todo esto ha pasado durante mi juego de rol. Pero ¿Pasan cosas parecidas en la vida real?

Este cambio de profesión, que para cualquier persona puede convertirse en una decisión muy difícil, no lo fue en absoluto para mi personaje. Dejó atrás amigos, dinero invertido en una túnica con diseño personalizado, un mentor decepcionado y una promesa hecha a sus padres. En un minuto, ya era parte de un nuevo clan y estaba disfrutando de su nuevo papel. 

A mi me maravilla la forma como podemos hacer cambios radicales en los juegos. Podemos cambiar la estrategia de un momento a otro, al darnos cuenta que el camino que estamos siguiendo no es el mejor.

Y me sorprende lo difícil que resulta hacer lo mismo en la "vida real". 

Para cualquier persona hacer un cambio semejante, o incluso, uno con mucho menos consecuencias, se vuelve una decisión pesada, que le requiere un buen tiempo de análisis y angustia.  Y lo curiosos es que ese peso resulta en que, frecuentemente, se prefiere seguir en aquello que no provee el nivel de satisfacción esperado, en lugar de cambiar y comenzar de nuevo. El argumento suele ser:

- "Pero es que ya le he invertido mucho"

Esta situación refleja un efecto sicológico que inclina la balanza hacia la permanencia de los seres humanos en estados menos óptimos solo por evitar la sensación de estar perdiendo tiempo u otro recurso que han sido invertidos.

La economía conoce esto como el "costo hundido" y lo utiliza para explicar algunos de los comportamientos irracionales de las personas:

- Seguimos en una relación que no nos hace felices porque "ya le he invertido tanto tiempo"

- Mantenemos a nuestros niños en una escuela que no es satisfactoria porque "ya le hemos invertido tanto dinero. 

- Nos obligamos a terminar un libro que no es tan bueno como los que tenemos esperando en la biblioteca porque "ya le he invertido mucho tiempo"

- Nos quedamos en una casa que no nos gusta tanto porque "ya le he invertido tanto dinero"

- Nos obligamos a terminar una serie porque "ya le he invertido tanto tiempo"

Y así...

La base motivacional detrás de este tipo de decisiones irracionales es la aversión a la pérdida. Muchos sicólogos creen que para el ser humano es mayor el dolor de una pérdida que la emoción positiva de una ganancia. Y si esto es así, entonces admitir que el camino escogido no es el mejor, tirar todo por la borda e iniciar de nuevo, se ve como una pérdida. Justo lo que queremos evitar.

Sin embargo, los juegos nos enseñan a pensar como recomiendan los economistas:

Hay que tomar las decisiones teniendo en cuenta solo las ganancias previstas para una inversión que se haga HOY. No hay que considerar lo que se haya invertido hasta ahora en la estrategia actual. 

Si logramos aprender esto de los juegos, podremos tener la capacidad de movernos a espacios más satisfactorios abandonando, sin remilgos, sin arrepentimientos ni sentimientos de vergüenza, lo que hemos venido cultivando hasta hoy. Y podremos disfrutar completamente el nuevo camino, con todo lo emocionante que promete hacia el futuro. 







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